Calingasta y su entorno (Tamberías y Barreal) me fascinaron por su naturaleza calma, las alamedas y su gente serena, dedicada principalmente al turismo que se acercaba en busca de paz en medio de sus cerros pintados, el deseo de practicar carrovelismo o rafting, seguir las huellas del Libertador en su cruce de Los Andes o mirar las estrellas en el Observatorio del Leoncito...
Se podía percibir un total olvido de los poderes políticos por el sitio, al que se accedía por un camino de cornizas y ripio. Un Estado Ausente, pese a estar a sólo 135 km de la capital provincial, y muy cerca del límite con Chile y con Mendoza... Nada que no sucediera en otros lugares de mi recorrido, pero por debajo de la superficie algo grande se estaba gestando...
